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Desde el año 2000 hasta el 2005, la población extranjera se ha multiplicado por 4 en los pueblos de la Sierra Minera, pasando de representar un 2,2% de la población total de la zona en el año 2000, a un 8,2% en el 2005.
Los inmigrantes se concentran principalmente en los núcleos urbanos de La Unión, con un 7,8% de extranjeros, y en El Algar, donde los inmigrantes representan un 14,7% del total de habitantes. La procedencia mayoritaria es de origen magrebí, aunque también se ha ido incrementando la de origen latinoamericano y de otros países africanos.
La precariedad social y las dificultades de integración de esta creciente población inmigrante la colocan en una situación de riesgo de exclusión socio-económica que puede a su vez generar brotes de racismo y xenofobia. Muchos inmigrantes se encuentran con enormes problemas de acceso al mercado laboral, vivienda, carencias formativas, de fracaso escolar entre sus niños y jóvenes, etc., además de las dificultades relacionadas con el idioma en el caso de los africanos, y la difícil situación específica de los inmigrantes que no tienen regularizada su situación (los "sin papeles"), que les hace permanecer “invisibles” y en constante inseguridad, junto con la dificultad de establecer lazos de relación con la población autóctona.
Sin ánimo de ser exhaustivos, enumeramos algunos rasgos de la problemática de los inmigrantes que viven en la zona:
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Difícil acceso al mercado laboral propiciado por escaso conocimiento o desconocimiento del idioma, situación jurídico-administrativa (falta de papeles), y la visión que el empresariado en no pocos casos tienen de ellos, complicándoseles enormemente el acceso al empleo. Cuando acceden a éste, muchas veces lo hacen en situación de precariedad.
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Deficientes recursos económicos que les lleva a condiciones de vida y vivienda muy precarias (insalubridad, hacinamiento, etc.).
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Sectores de jóvenes con imposibilidad de acceder al empleo, con escasa formación, inadaptación al sistema educativo formal o sencillamente sin capacidad de respuesta en los centros escolares para sus necesidades, lo que les aboca al fracaso escolar y al abandono. Así mismo nos encontramos con problemas de subsistencia en no pocos casos ya que determinados jóvenes se encuentran viviendo con parientes lejanos por no estar en el país los padres, y sin recursos para mantenerse, lo que ocasiona tensiones en la propia comunidad inmigrante.
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Falta de recursos para la ocupación del tiempo libre de forma creativa y "sana", lo que genera que deambulen por las calles, generando a veces cierto malestar entre la población autóctona.
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Dificultades de integración de los niños en el sistema educativo, con situaciones de absentismo escolar, lo que requiere trabajar la interculturalidad para que se generen actitudes de integración y acogida, y de no exclusión, entre los compañeros.
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Situación de doble marginación de la mujer inmigrante por el papel que juega dentro de la estructura familiar en esta cultura, encerrada en el domicilio familiar y con esporádicas relaciones con el entorno (es frecuente encontrar a mujeres con bastantes años en España que no comprenden el idioma).
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Escasa relación de los inmigrantes con la población autóctona, viviendo unos a espaldas de los otros.
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